La calidad del agua de red está perfectamente parametrizada y controlada para poder ser usada por la población. Sin embargo, el consumo de agua embotellada para consumo personal tiene una alta presencia en la cesta de la compra de la población, con el consiguiente impacto ambiental en su transporte y envasado. Esta situación está más que justificada en población con necesidades específicas, pero existe una parte muy importante de consumidores en los que principalmente lo justifican por su calidad organoléptica, reforzada por modas, tendencias, publicidad, etc.
Ya existen iniciativas legislativas para que en determinados campos se ofrezca agua de red en lugar de embotellada (Canal Horeca), así como soluciones tecnológicas que pueden implementarse en cualquier punto de consumo (ósmosis, hiperfiltración, etc.), que requieren de un mantenimiento e inversión por parte de los consumidores.
En este sentido, hay un interés manifiesto para identificar nuevas soluciones que permitan, o bien mejorar la calidad organoléptica del agua de red a un menor coste que las soluciones existentes, o bien la identificación de buenas prácticas en el uso de agua de red y que mejoren la percepción organoléptica, o bien ideas disruptivas que permitan comunicar y convencer al consumidor sobre una mejor ratio de consumo de agua de red para beber. Esto supondrá una mayor amortización de las inversiones en nuestra red de agua potable, a la par que una disminución de huella de carbono generada por las soluciones de agua envasada.